Sobre mi última adquisición
Cuando conocí
la supuesta historia detrás del éxito que un pintor mallorquín adquirió después
de vender varios cuadros en una renombrada feria de arte contemporáneo perdí el
interés por comprar obras de arte. El oculto altercado en cuestión consistía en
que varias
galeristas acordaron un precio mínimo, muy elevado, para la obra de este artista (hasta entonces desconocido) que ellas poseían. Esto, supuesto un trampolín al estrellato para el artista en apenas unos días.
galeristas acordaron un precio mínimo, muy elevado, para la obra de este artista (hasta entonces desconocido) que ellas poseían. Esto, supuesto un trampolín al estrellato para el artista en apenas unos días.
El interés
que, desde pequeña, tengo por el mundo del arte y del coleccionismo, me ha
llevado a lidiar con lo que hicieran Duchamp (inodoro) o Piero Manzoni (mierda
de artista) en contra de la propagación del arte como “algo para el hombre”
(Oteiza). Sin nombrar las cantidades que se han llegado a pagar por el últimoRothko (83 millones de $) o por el último Picasso (179 millones de $) en conocidas subastas de arte.
En el caso del ya nombrado pintor, nunca pude comprender por qué esas tres galeristas fueron las
encargadas de marcar el precio de salida de unas obras sin trayectoria
aparente, preguntándome, como espero que os estéis preguntando, en qué posición
nos dejan, artista y galerista, al resto de la población. En este punto parece
fácilmente criticable el trabajo de tasador
de arte contemporáneo.
Este que acabo
de abrir es uno de los debates más extendidos desde la primera mitad del SXX y
no sólo en la disciplina pictórica (que les pregunten a José MaríaSánchez-Verdú y a Félix Azúa sobre Schönberg). Paradigma, este del precio del
arte, traído una vez más a flote con la propuesta que un joven artista
madrileño ha repartido por las redes sociales.
“Buy it and
make me an artist” es el título que este joven arquitecto, y hábil estratega
gráfico, le ha dado a un proyecto compuesto por una serie de elementos
metálicos numerados (serigrafía) y con un número impreso. Cada un de los 20
elementos que componen la colección se subasta durante 3 días a través de
Internet y lleva impreso el precio que se ha pagado por él. De esta forma,
el comprador está influyendo en el acabado final de la obra hasta el último
momento.
A parte de la
clara referencia formal a la obra de On Kawara, se aprecia un meticuloso
estudio de obras clave como; Zone desensibilité Picturale Immaterielle, de Yves Klein, y la contemporánea
creación online; one million pixels.
Excluyendo la
figura del galerista en el proceso de transacción de la obra de arte, este
joven artista hace partícipes activos a todos los que estamos interesados en su
obra. Porque no existe un documento que parametrice los honorarios de un artista
si no que, por primera vez en mucho tiempo, los gurús del arte somos nosotros.
Anuka
Mombiedro - Mayo 2015
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