¿Cómo es posible que nuestro cerebro recree imágenes de cosas que no ha visto?

Imagínate un perro con peluca cantando en un karaoke…



Hace no mucho le conté a una amiga un recuerdo; y es que teniendo 4 o 5 años estaba convencida de que tenía que existir un aparato que creaba articulaciones temporales en la parte del cuerpo donde te lo pusieras. De hecho, estaba tan convencida que me lo imaginaba perfectamente. Era un instrumento metálico, de dos piezas, con unas muescas con pequeñas palancas y unas gomas que agarraban una gran rótula. Mi hermano no había nacido cuando forjé este recuerdo, yo tendría entre 4 y 5 años, y mi cerebro estaba en proceso de consolidación, la mielina hacía su trabajo. Es por este fruto de mi imaginación (y otros muchos que todavía hoy recuerdo) que he indagado en los procesos cerebrales que de alguna manera nos ayudan a comprender el mundo. Y hoy lo comparto contigo.

Imagínate a un elefante con gorro de ducha… o a una orca pintando en una pizarra (le costaría coger el pincel, ¿verdad?) … o a un perro con peluca cantando haciendo malabares.

Lo más normal es que nunca hayas visto ninguna de estas situaciones, pero sin embargo habrás podido imaginártelo sin grandes dificultades. ¿Cómo es posible que nuestro cerebro recree imágenes de cosas que no ha visto?


Niños a lo Shintaro kago, pero en feliz

Hacer uso de nuestra imaginación es un ejercicio que parece sencillo, pero que es realmente complejo porque requiere de un exquisito trabajo de coordinación entre nuestras neuronas. Para crear estas “nuevas” imágenes que te he propuesto, tu cerebro escoge fragmentos de imágenes conocidas y las une, como haciendo un collage con recortes de revistas. Coges el perro de tu vecino, y le pones una peluca de la fiesta de disfraces esa a la que fuiste, ahora le pongo unos malabares como los del señor del semáforo en Madrid… et voilá! Una construcción abstracta que, lejos de ser un ejercicio baladí, tiene un trasfondo que merece la pena conocer.

En el mundo tangible, cuando observamos un objeto, miles de neuronas de tu córtex visual (varias regiones situadas sobre tu nuca, entre tus orejas) envían señales con información sobre las características puramente visuales que estás recibiendo. Al observar al perro recibimos “marrón, peludo, animal, movimiento…”, llamaremos a esta concatenación de impulsos nerviosos el camino neuronal. Este camino se verá reforzado cada vez que observemos este objeto. En inglés, este refuerzo recibe el nombre de “neuronal ensemble”, un ensamblaje neuronal y hace referencia a esta capacidad de reconocimiento y recreación de un objeto conocido sin necesidad de tenerlo delante.

Así, cada imagen de nuestra realidad está codificada en un camino neuronal único. Te puedes imaginar que cada objeto tiene un camino neuronal particular que se activa cada vez que nos exponemos ante ese estímulo visual.
Personalmente me gusta imaginarme millones de constelaciones, estas redes neuronales, iluminando nuestro pensamiento. Siendo las líneas que conectan las estrellas de estas constelaciones cerebrales (que serían los axones de las neuronas) las partes que transportan la información de núcleo a núcleo. Y cuantas más veces visualicemos algo, más fuerte se hará esta vía. Con la práctica, con un pequeño input de información, el camino neuronal se activa por completo, sin esfuerzo.

En relación a esto, el científico canadiense Donald Hebb postuló en el año 1949 la Regla de Hebb que se resume como "las células que se disparan juntas, permanecerán conectadas" O lo que es lo mismo; la activación simultánea de un grupo de neuronas intensifica la fuerza sináptica entre ellas. Favoreciendo el flujo de información, algo clave en la educación y en el desarrollo.


Hasta aquí está claro cómo generamos imágenes, pero lo que la teoría Hebbiana no explica es cómo podemos realizar esta combinación de objetos ya conocidos para crear otros “inexistentes”.

Por ejemplo; el “camino neuronal” que se genera al ver un perro con peluca haciendo malabares no debería en principio existir, pues nunca lo hemos visto, así que… ¿cómo podemos imaginar algo que no hemos visto?

La clave está en esta sofisticada coordinación de la que te hablaba al principio: el cerebro tiene que ser capaz de encontrar los “caminos neuronales” necesarios para el perro, la peluca y los malabares, y ponerlos en funcionamiento de manera coordinada.

Todavía no se conoce con exactitud qué parte del cerebro es la encargada de esto, pero el mejor candidato por ahora es el córtex prefrontal. Es la parte de nuestro cerebro que está inmediatamente debajo de nuestra frente. Esta región está conectada con su parte media posterior mediante unas fibras neuronales específicas. La mental synthesis theory dice que esta parte frontal del cerebro envía señales a la parte posterior, concretamente a donde se encuentran nuestros caminos neuronales. Si consiguen conectarse coordinados (los caminos del perro, de la peluca y de los malabares), el efecto es el mismo que si estuviéramos viendo esta imagen imposible.

La magia está en que algunos de estos caminos neuronales tienen diferentes recorridos y longitudes, por lo que la velocidad del impulso nervioso desde tus lóbulos frontales, hasta tus lóbulos parietales y occipitales, tiene que poder regularse.


Este sofisticado mecanismo se desarrolla fundamentalmente durante tu niñez, cuando el cerebro está en su punto más dinámico de crecimiento. En este momento, como cuando tenía 5 años e imaginé el aparato hacedor de articulaciones en el cuerpo, las neuronas establecen conexiones entre ellas, y para afianzar estas conexiones está la mielina.


Los axones de las neuronas son las vías por las que fluye la información, están recubiertos de una sustancia que se denomina mielina. La mielina es un aislante fundamental para que se produzca el movimiento de la señal eléctrica entre neuronas. Acelera las señales eléctricas; cuantas más capas de mielina tengan, más rápidamente irá la señal.
El aprendizaje visto por microscopio

Hoy en día, algunos científicos piensan que estas diferencias entre las vainas de esta sustancia (que, por cierto, está muy relacionada con la plasticidad neuronal) son la clave para el tiempo de transmisión de la información y, consecuentemente clave para nuestra capacidad de imaginación.

Como la mayor parte de este proceso de mielinización sucede durante nuestra infancia tiene sentido pensar que la feroz imaginación de los niños esté estrechamente relacionada con la maduración del cerebro. Un cerebro adulto no tiene esa imaginación tan voraz como la de los niños porque los caminos neuronales los tenemos ya establecidos, y de hecho nos cuesta salir de ellos y entrelazar nuevos paquetes de información. Este paradigma del pensamiento unidireccional, con el que personalmente lucho a diario con compañeros y conmigo misma, es un ejercicio que te invito a hacer.

Nuestra habilidad para conectar pensamientos, la imaginación, no sólo es clave para la educación y tener en forma nuestro cerebro, sino también para avanzar en las investigaciones científicas.

Observa con atención y conecta ideas; te garantizo que es la mejor gimnasia para tu cerebro.

(Y si te ha gustado este post compártelo y compartiré más cosas chulas sobre el cerebro con todos vosotros)


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